3.2. Prácticas artísticas y educación en museos
Por otro lado, y mayoritariamente de la mano de las educadoras de museos, se vienen desarrollando proyectos educativos cuya finalidad, muchas veces, intenta suplir las carencias que la educación formal y académica adolece.
Los proyectos de contenidos transversales y dirigidos a públicos diversos, han proliferado en las últimas décadas en el contexto español, muchas veces sin saber muy bien si responden a una justificación social de los centros de arte y cultura ante el escepticismo ciudadano sobre su utilidad, o a una especie de buena voluntad, el “síndrome de los ojos brillantes” que describe Carmen Mörchs (2012, p. 44) y que consiste en evaluar si has hecho un buen trabajo si los niños (pueden ser otros públicos) se van con los ojos brillantes del museo, si han tenido una experiencia “feliz”.
Esta relación entre educadora y público establece una especie de intercambio que recuerda más al buen samaritano que al del profesional crítico, además de negar cualquier tipo de reflexividad al trabajo de la educación. (Giroux, 1990).
A su vez y sobre todo desde la educación artística, vienen proliferando muchos trabajos englobados en el campo de la arte-terapia, que al contrario que en los ejemplos anteriores, intentan incentivar y centrar sus esfuerzos en los beneficios terapéuticos del arte para las personas, centrándose sobre todo en grupos desfavorecidos o en riesgo de exclusión social tales como presos, enfermos, o colectivos que ahora se tienden a definir con el término de diversos funcionales (anteriormente nombrados como discapacitados psíquicos, físicos, sensoriales o intelectuales) con los que se trabajan aspectos de carácter cognitivo, emocional, sensorial, etcétera, a través del arte.
En estos proyectos, el artista pasa a ser una suerte de terapeuta mesiánico que debe incentivar y promover un espacio de curación personal o grupal a través del arte.
Este estudio, aun centrándose la investigación en un proyecto con participantes afectados por problemas de salud mental, se encuentra alejado de ese ámbito de acción arteterapéutica, aunque, como veremos, “no estar constituido como espacio terapéutico, muchas veces es lo que propicia que efectivamente lo sea” [Correa-Urquiza. -> p. 230].
No obstante, en los últimos años, estamos asistiendo también a ciertas alianzas entre educadoras-mediadoras y artistas, que operan desde lógicas horizontales y no subsidiarias las unas de las otras.
En estos nuevos modos, que mayoritariamente se dan pero no únicamente en los espacios de arte y creación contemporánea, se están comenzando a poner las bases para una nueva práctica artística con las comunidades que aún está por estudiar.
Es pues la intención de esta investigación aportar datos y reflexiones que puedan ayudar a construir un relato sobre ellas y un marco de estudio que nos permita continuar pensarlas en sus genealogías diversas y desarrollos futuros.