7.3. La herramienta metodológica.
Tengo una caja vacía, sé lo que quiero estudiar e incluso la manera, el estilo o el modo que informará la investigación; la perspectiva artográfica y rizomática, pero necesito las herramientas metodológicas que me permitan echar a andar.
7.3.1. Socio-praxis
En una revisión de las principales tendencias abiertas por la investigación-acción participativa (Del Río Almagro, 2009) encontré un corpus de trabajo desde la sociología (Rodrigo, 2009) que compartía objetivos y perspectivas en la investigación y sobre todo, me permitía no abandonar el carácter rizomático del proyecto y de este estudio.
La socio-praxis, desarrollada por Tomás R. Villasante a partir de entre otros maestros Jesús Ibáñez, es una propuesta metodológica que subraya la dimensión intersubjetiva de la sociología y se articula sobre el presupuesto de la reflexividad de las investigaciones empíricas (Ibáñez, 1997). Esta metodología se basa en el enfoque transductivo o diatópico (Villasante, 2006) que se sostiene en la aplicación de una tercera vía entre la inducción y la deducción y que consiste en cambiar el enfoque, cambiar de plano o dimensión sobre lo observado, para poder entender el proceso complejo en base a un dispositivo de conexiones en transformación y movimiento.
En este sentido, siguiendo a Jesús Ibáñez “en la transducción la unidad no está cerrada, como postulan las vías inductivas y deductivas, sino abierta (disparatada, contradictoria). La transducción se mueve en el elemento de la unidad, pero de una unidad problemática” (Villasante, 2006, p. 34).
Algunas de las características de los enfoques transductivos o diatópicos de la socio -praxis son (Villasante, 2014).
– La aplicación de estrategias situacionales, relacionales o vinculares, no solo personales y la utilización de una praxis autoreflexiva con sus estrategias vinculares.
– La aplicación de metodologias participativas y eco-decididas.
– El reconocerse en el placer de construir vínculos emocionales y encuentros creativos. (p. 89)
La socio-praxis se define desde este enfoque como una metodologia para el estudio de los vínculos de los grupos que nos permite practicar una autoreflexión de partida y continuada, mapear los conjuntos de acciones que ponemos en marcha a través de lo que denominan los “talleres de creatividad” y por último realizar el análisis a partir de las “ideas fuerza integrales” que se desprenden de los procesos para conseguir esclarecer las “Relaciones Operativas Conceptuales” que se dan en los grupos (p. 186).
El enfoque transductivo de la socio-praxis, a partir de los materiales con los que cuento y sólo con ellos, me permite por tanto detectar los principales nodos relacionales que animan el proyecto a partir de los giros situacionales -o transducciones- que me indiquen dónde se producen los principales momentos de cambio de energía que informan la marcha del proyecto.
El transductor, por otra parte, es siempre un dispositivo de aprendizaje colectivo y abierto a la creación. De este modo Villasante (2006) afirma:
Si no aprendemos en el proceso solo estamos repitiendo fórmulas vacías de contenido, hipótesis iniciales que validamos o denegamos. En la medida en que hay alguna forma de construcción conjunta, hay también aprendizaje colectivo. No todos aportamos lo mismo en cada caso, ni cuantitativa ni cualitativamente, pero todas las aportaciones son importantes, pues es su conjugación lo que produce la dialéctica y la creatividad. (p.37)
El enfoque transductor de nuevo convoca a un análisis desde la creación y los aprendizajes, ambos actos indisolubles en este tipo de prácticas colaborativas.
Una de las características más importantes de los enfoques transductores son las estrategias situacionales y la puesta en juego de categorías como el afecto y el placer. De este modo Villasante (2014) apunta:
Las estrategias situacionales, relacionales o vinculares no son solo personales, se basan en los vínculos y redes mas allá de las personas. Las personas son las que mantienen las relaciones y las redes, pero lo que cabe cambiar son los vínculos emocionales, las confianzas, y a partir de ahí a las personas, no que éstas cambien por sí mismas, sino por entrar en “otras relaciones” más gratificantes. (p. 89).
Las herramientas metodológicas que nos ofrece Villasante desde la socio-praxis me ayudan de este modo a repensar el proyecto desde las lógicas internas que lo animan, dilucidando cuales son esos momentos de intensidad o de conflicto que hacen posible la transducción o salto de un taller donde aprender a un grupo que crea.
Por lo tanto y adoptando como referencia el paradigma relacional de Villasante, la metodología me va a ayudar a mapear el conjunto de “relaciones operativas” que se dan en el grupo, a partir de las cuales hacer emerger los conceptos o “ideas fuerza” del proyecto.