9.2.7. Juan Carlos. Somos frágiles pero no tanto
( Comunicación personal. 4 de junio de 2015. DEAC MUSAC. 17:00h)
Juan Carlos llegó al grupo a través de su sobrina, Silvia. Ella nos conoce a Chus y a mí y había venido a alguna de las presentaciones de La Rara. Juan Carlos dice que se “enganchó” desde el primer momento. Comenta: “Se veía que era diferente y no sé, después, llega un momento, sin darte cuenta, que ya formas parte de un grupo”. Esto fue en la primavera de 2014. [Rara web II]
Comenzamos a ver sus vídeos, el fragmento que grabó para la película sobre vulnerabilidad, la carta que hizo a su padre… Silencio, pequeños comentarios que aludían al poco tiempo en el que hacía las cosas, “Esto lo grabé en cinco minutos ¿qué quieres?” .
Llegamos al vídeo final que hicimos en esa temporada: Fin de Línea.
Fin de línea
Fin de línea supone la primera experiencia en colaborar en la creación y montaje de los materiales entre todos. En esa temporada, habíamos comenzado también a asistir a un estudio de grabación de sonido en Castro de la Cepeda, buscábamos experimentar con el sonido por un lado, y salir del espacio del museo por otro.
Una vez al mes preparábamos bocadillos y nos repartíamos en coches para subir a grabar con Rafa, el artista que está al mando del estudio (Rafael Martínez del Pozo. Grabaciones de campo).
Le comento a Juan Carlos que aparecen muchas de sus ideas en Fin de línea, como lo de grabar con el magnetofón al revés por ejemplo.
Juan Carlos: Son cosas nuevas, inventadas, bien, bien. Me contesta.
Continuamos con la película Hi, Mitch como fondo. Este vídeo se abre con unos planos que había grabado Juan Carlos.
Juan Carlos: Bueno, era una idea para contestar a Mitch, un pequeño fragmento de mi día a día, el momento desde que salgo de casa hasta que entro en el hospital… hizo gracia el comentario pero es que es cierto: cuando salgo de casa soy un señor y cuando llego al hospital soy un enfermo.
No conseguimos continuar hablando, en cuanto parece que comenzamos otra conversación Juan Carlos se queja de olvidarse de lo que estaba diciendo, de perder el hilo de la conversación.
Juan Carlos: Se me va la olla, éste es otro efecto de la medicación…
Entonces me acuerdo de los textos que habíamos leído de R. Laing en el taller, en concreto de algunos fragmentos de El yo dividido (1974).
Belén: Bueno, es lo que decía Laing sobre la locura, habitas en un yo fragmentado, eres éste y eres ese, vas y vienes, estás a trozos… ¿puede que sientas algo así?.
Juan Carlos: Me cuesta darle continuidad, ¡pero es por la puta enfermedad¡.
Según escribo este texto, me doy cuenta de lo diferente que es pensar sobre algo que vivir algo: Intentar dar explicaciones sobre lo que no estás experimentando en tu cuerpo y hacerlo desde el pensamiento cuando yo no soy la que se encuentra en una conversación donde me cueste “seguir el hilo”. En este momento de la conversación se abre una diferencia que se instala incómodamente entre nosotros, entre el que está viviendo la enfermedad y la que la piensa.
Intento entonces poner la vista sobre el grupo, hablando sobre la última experiencia que habíamos vivido juntos en Azala.
Juan Carlos: Como grupo, teníamos que haber sido más grupo, al final se hicieron grupitos (…) No sé, yo me encontraba más a gusto al principio, cuando empezó a venir tanta gente de Sta. Isabel (se refiere a la entrada de gente del hospital en el otoño de 2014) se enrareció el ambiente… es como un refugio de Sta. Isabel, no veas con que autoridad hablan del museo, es como si fuera su lugar de trabajo.
Belén: Bueno, de alguna manera así lo es (…) existe un compromiso de trabajo, el grupo funciona porque todos dejamos cosas en él, requiere de un esfuerzo.
Se hace pertinente parar a pensar en la frase “ambiente enrarecido”. Si nosotros mismos nos estamos definiendo como La Rara troupe, ¿cuál es el contexto desde donde habla Juan Carlos para pensar en un ambiente donde se instala la extrañeza?. En todo caso, “el grupo funciona porque todos dejamos cosas en él”, en este sentido, requiere de esfuerzo y compromiso aunque emerja del placer por estar juntos.
Seguimos hablando sobre las personas del grupo. Le pregunto en general y me contesta muy particularmente.
Juan Carlos: Yo no tengo ninguna queja de nadie, bueno si, contigo un poco.
Belén: ¿No me digas? Adelante.
Juan Carlos: ¿Te acuerdas de aquella vez que te pedí que me hicieras un escrito certificando que había asistido al taller?
Belén: Sí, sí, tienes razón, no te lo hice, se me pasó, debías haberme insistido más.
Juan Carlos: ¡Si lo hice!, no hubo manera de pillarte.
Belén: Bueno hombre, en el taller siempre me encuentras.
Juan Carlos: Ya da igual, paso de Gil y de todos.
Me quedo callada un rato e intento darle una explicación.
Belén: En realidad no entendía bien lo que tenía que hacer, yo no soy una cuidadora, ni una terapeuta ni una controladora de nadie. Si era tan importante hubiese hablado con Gil, pero no quería ejercer el papel de jefa de talleres… soy una compañera.
Evidentemente, me estoy exculpando de una tarea que como coordinadora del grupo me corresponde, pero por otro lado, actuar como informadora para el equipo médico del buen comportamiento y asistencia de las personas medicadas me hace sentir fuera de La Rara troupe, me hace ejercer un rol que negaría cualquier intento de emancipación en las personas y frustraría el ejercicio de autorreflexividad y responsabilidad que nos (me) proponemos (propongo) como grupo (como profesional).
Terminamos hablando de los conflictos, de lo difícil que es hacer crítica o autocrítica en el grupo, del cuidado con el que se habla, de la sobreprotección que se ejerce y se auto ejerce entre nosotros y fuera del museo.
Juan Carlos: Somos frágiles, pero no tanto. Afirma en uno de los momentos de la conversación.
Con esto acabamos nuestra charla. Le deseo un feliz verano.